4. Tristeza

Puede que la tristeza sea el estado que más identifiquemos con una ruptura. Nos sigue a todas partes aunque a veces ni la notemos, como ese trozo de papel higiénico que se queda pegado a la suela del zapato al salir del baño de la discoteque.

La tristeza se vuelve insoportablemente tangible cuanto más te acercas a la idea de que la otra persona ha dejado de ser parte de tu vida. Hay personas que lo llevan mejor que otras. Yo la tristeza la llevo fatal. Siempre me he considerado una especie de damisela victoriana frágil, como Madame Bovary, la primera gran drama queen de la literatura clásica.

Madame Bovary era una yonqui del romance y se montaba unas películas en la cabeza dignas de una película de Almodóvar. Su historia tiene todos los ingredientes para acabar mal: casada con un hombre al que realmente no ama y al que detesta en silencio, encendida de pasión por un amante que resulta ser un súper canalla. Pero, ¿qué parte de este drama es provocada por su intensa necesidad de vivir un romance? ¿Cuál era el origen de su ansia? ¿Cuál era el origen de la mía? Yo siempre me pregunto de dónde me puede venir tanto romanticismo desmedido.

Vivir una ruptura como si fuera un drama victoriano se lleva en la sangre. Yo lo llevo, me sale solo. Pero aún siendo consciente de este pequeño detalle genético, había una pregunta que no me dejaba de rondar en la cabeza y para la que no encontraba respuesta.

Share Post :

More Posts

Leave a Reply