3.1. El plural

¿Existe algo más molesto, cuando lo acabas de dejar con alguien, que el hecho de que te anden preguntando todo el santo día con cara de circunstancias y tono sobreprotector que cómo estás? Aunque parezca mentira la respuesta es sí: que la gente que aún no se ha enterado de tu ruptura te pregunte que cómo estáis.

Vamos a ver, amigos de Facebook, ¿podéis utilizar, por favor, vuestra agudeza visual para algo más que encajar las dobles líneas del Candy Crash? Os he saturado con fotos de mi relación como se ceba a los cerdos en las granjas: os habéis comido todos nuestros viajes, cumpleaños, noches de fiesta y mañanas trasnochadas, los domingos, los feriados, las escapadas a la playa, el hiking en la montaña, los amagos de paddle surf y las tostadas de aguacate de cada brunch. Hace más de 2 años que Facebook no me reconoce facialmente si el Ex no aparece a mi lado. Yo os pregunto: ¿No encontráis sospechosa esa soledad atronadora que de la noche a la mañana me acompaña ahora en las fotos?

Si yo ya lo sé, la culpa es mía. Mi exhibicionismo cibernético me había conducido a la irremediable pérdida de mi identidad individual y ahora me tocaba pagar las consecuencias. Mi muro de Facebook se había convertido en Hiroshima y mis amigos pilotaban el Enola Gay sin saberlo: cada pregunta en segunda persona del plural que leía era una bomba que estallaba sin tregua en mis talones. Era el maldito plural parejético.

Pero, ¿cómo se acaba con el plural parejético? ¿Hay que emitir un comunicado oficial como hace la Casa Real? ¿Tiene una que bajar en chándal con la lágrima en el ojo y el rímel corrido al portal de casa para pedir un poco de respeto como hizo Chenoa tras su ruptura con Bisbal? Hablo en serio, ¿cómo leches se deshace una con esas preguntas tan inocentes como cojoneras?

Recién aterrizada en casa de mis padres y con el teléfono todavía sin cargar, encendí el ordenador y entré en shock. Normalmente una espera que sus amigos más cercanos, que ya están al tanto de la separación, actúen como como profetas de tu ruptura, difundiendo la historia del gran final, ahorrándote el amargo trabajo de compartir por goteo la fatídica noticia. Pero en este caso el plan no había funcionado bien: el plural parejético seguía llegando indiscriminadamente en forma de colleja virtual.

Había que tomar medidas. Me calcé mi chandal chenoesco y sustituí el portal de casa de mis padres por la versión 3.0 de la plaza del pueblo: mi muro de Facebook. Estas fueron mi declaraciones:

No hay mal que por bien no venga: aquel día conseguí 50 nuevos followers.

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